lunes, 6 de enero de 2014

 "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie"
Tancredi en 'El gatopardo'

Hoy, después de muchos meses de no escribir nada sobre política, he decidido desempolvar mi viejo blog para tratar de hacer una descripción -pero sobre todo una explicación, que en realidad es para mí- del proceso independentista en Cataluña que no estoy encontrando en la prensa de ningún color político.


Tengo que empezar por decir que, en este momento, tanto la opción del independentismo como la de los que prefieren quedarse en España no tienen defensores de verdad, sino -como diría el agudo Martín Caparrós-, sólo hinchas o, en el mejor de los casos, fans. Nada de debate serio, de contrastar visiones, de aportar datos y hechos inapelables. Mucho menos una búsqueda de puntos en común. Todo lo contrario: encuestas sesgadas o interpretadas lo más cerca posible de cada postura, discursos irrespetuosos en público y en privado que sólo banalizan y radicalizan posturas, y sobre todo una gran falta de responsabilidad política en todos los ámbitos.

A estas alturas no importa ya denunciar el oportunismo de Artur Mas y de su partido, CiU. Las urnas ya le dieron una bofetada al 'president' en las elecciones pasadas al negarle la mayoría absoluta que pedía a los votantes e incluso quitándole escaños para dárselos a Esquerra, los auténticos nacionalistas. 

Eso sí, el paso en falso de Mas ha ayudado a crecer a un movimiento ciudadano que hoy más que nunca cree ver un Estado soberano catalán a la vuelta de la esquina. No obstante, el sentimiento legítimo de millones de personas -que por otro lado no son todas, ni siquiera la mayoría de los catalanes, como se pregona desde el ala independentista- está sirviendo como la cresta de una ola a los oportunistas políticos de siempre, que espolean sin escrúpulos las esperanzas de la gente y juegan con sus sentimientos ofreciéndoles escenarios irreales o inalcanzables a corto plazo, y sobre todo evitando darle la importancia debida a un proceso que la requiere.

 Una receta para el desastre

Desafortunadamente para todos, no parece que ni Mariano Rajoy ni Artur Mas tengan la altura política para enfrentar la situación como verdaderos estadistas. Lo que veo es que el discurso de cerrazón que emana desde Madrid y la del paraíso terrenal que promete Cataluña son la mejor combinación para un desastre.

Primer error, la prohibición. El timorato y poco visionario Rajoy no parece que vaya autorizar la realización de la consulta porque, claro, tiene miedo de que gane el Sí a la independencia. Pero lo más increíble es que ni los sondeos más afines a la Generalitat dan un margen cómodo e inequívoco a los soberanistas. Con ello, le está dando la mejor de las armas a un Artur Mas falto de imaginación y apoyos, ya que la negación absoluta sólo puede reforzar el sentimiento de represión entre los que se sienten maltratados en España. Hasta quienes somos contrarios a la independencia de Cataluña nos podemos dar cuenta de que la prohibición y la repetición como una grabadora de que la consulta incumple la ley es un gravísimo error y una gran demostración de estupidez política. Sobre todo porque Rajoy no se ha dado cuenta de que no puede elegir no jugar un juego al que ya está jugando aunque no quiera. Está cediendo toda la iniciativa a un desesperado Mas que no deja de jugar con fuego en clave electoral porque ya no puede echarse atrás.

Segundo error, la falta de información. Es alarmante la falta de datos y de debate real sobre los posibles beneficios y problemas que traería para España y Cataluña la separación de los territorios. El argumentario de ambas partes es muy pobre y se reduce prácticamente a defender su postura con las entrañas y poco más. Los "agravios históricos" de España a Cataluña, la "deuda" del Estado con este territorio y la historia de los borbones que conquistaron estas tierras en 1714 y aún siguen "reprimiendo" al pueblo catalán, son sólo tres ejemplos de manipulación y oportunismo que nadie se habría atrevido a mencionar siquiera hace siete u ocho años, cuando la burbuja inmobiliaria hacía parecer que España era de primer mundo y a Cataluña no le molestaba tanto navegar en el mismo barco que el resto de sus parientes más o menos cercanos o lejanos de la península. Desde Madrid, los ataques desde la prensa más conservadora, las salidas de tono y el lenguaje beligerante de buena parte de los seguidores del gobierno central, más las ideas estereotipadas de los catalanes -como las de otros pueblos de la península-, no ayudan en nada a desmontar el enfrentamiento.

Tercer error, el vacío después de la consulta. Se han definido las preguntas y la fecha en que se pretende hacerlas a los ciudadanos, y el gobierno de Cataluña está en campaña para convencer a Madrid y las otras 27 capitales de la UE de que respeten su "derecho a decidir" -sobre el que no me pronunciaré porque creo que ya lo ha hecho con bastante claridad Javier Cercas-, pero sigue habiendo importantes lagunas y serias dudas al respecto: ¿Quién podrá votar? ¿todos los españoles que residen en Cataluña, sólo los catalanes de nacimiento, todos los mayores de edad empadronados, incluyendo los extranjeros? Y también, ¿qué pasará si el referendo da el Sí a la independencia por muy poca diferencia con el No o viceversa? ¿Qué plan económico, político, de estabilidad y viabilidad nos ofrecen quienes encabezan desde las instituciones la independencia? ¿Hay alguna alternativa ciudadana de país, que pase por echar de una vez a los políticos que nos meten cíclicamente en crisis para beneficio propio y de los intereses económicos a los que rinden cuentas? ¿Será un país independiente bajo un monarca -de la casa de los Habsburgo, para retomar la historia desde 1714- o una república? ¿Hay un plan post-consulta sea cual fuere el resultado?

Ni los gobiernos, ni la Assemblea Nacional Catalana ni la prensa responden a esas preguntas, seguramente porque nadie tiene las respuestas. Y ese es el error más grave de todos: ir a buscar algo sobre lo que ni siquiera se tiene consenso.

¿Cambiar para seguir igual?

Incluso más interesante es saber si la Assemblea y la coalición de partidos que apoyan la consulta se han planteado un cambio de modelo si consiguen la independencia. Es decir, un cambio en el modelo económico que no ponga los intereses de bancos e industrias por encima de derechos fundamentales de las personas. Un cambio en el modelo ambiental que empiece, por ejemplo, por devolver el control real de los recursos naturales al Estado y una apuesta decidida por educar en un consumo energético más sostenible. Un cambio en la manera en que se elige a los políticos y se controla su quehacer. Un auténtico cambio de rumbo, porque hasta ahora los carteles que anuncian la independencia como la solución a todos los males me siguen pareciendo cándidos, cuando no perversos. Me recuerdan mucho a las grandes promesas electorales del PP, que igualmente eran la solución a todo.

Si ni siquiera se plantean algunos de estos cambios, la independencia -si se logra- será, en el mejor de los casos, más de lo mismo.

2 comentarios:

  1. Coincido en el punto que menciona la incertidumbre de los extranjeros en su integración y participación de este proceso. El status quo catalán no atinó a cumplir 100% con la integración de los nuevos catalanes del siglo XX. ¿Podrá hacerlo con los de ahora?

    Abrazos!
    Tavo

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    1. Una de las cosas que más preocupa a muchos "nuevos catalanes" o directamente extranjeros que hemos decidido establecernos aquí, es si en una eventual Catalunya independiente no habrá revanchismo contra todo lo que parezca o tenga relación con lo castellano. Los momentos de cambio son también ranuras en las que los movimientos más radicales pueden tener cabida, y no poner atención a eso (apelando, por ejemplo, a la "pureza" de lo catalán y la reafirmación de las diferencias con España), sería muy peligroso y generaría nuevos excluidos sociales.

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