viernes, 30 de diciembre de 2011

Manos a la obra

Ilustración: Vicente Blasco / www.escritosenelviento.com

Ha llegado un tiempo de cambio en el que nadie nos representa ni actúa a nuestro favor: ni los políticos electos ni el Estado en general, ni las universidades ni los hospitales, ni los empleadores ni los sindicatos. Sólo nos tenemos a nosotros mismos. Pero por eso, tenemos que aprender a vivir mejor siendo cada vez menos dependientes de ellos. ¿Cómo? Es una buena pregunta, pero la posible respuesta también lo es.

La crisis le está dando una oportunidad de oro a los que nos consideramos de izquierdas. Una oportunidad para darnos cuenta, primero, de que lo que creíamos que era una izquierda moderada no lo era ni un poco, pero también para, una vez reinstaurado el conservadurismo en el gobierno, hacer frente de mejores maneras a la crisis y a lo que promete ser la coartada perfecta para intentar debilitar más lo público frente a lo privado.

Ante el boicot y la privatización encubierta de la salud y la educación, es necesario defendernos si hace falta legalmente para que ningún político audaz y creativo pretenda reducir el déficit atendiendo peor a la población o sumiéndola en la ignorancia.

También son tiempos para un cambio de actitud y de maneras de actuar. Se necesita más que nunca ser emprendedor, pero no un emprendedor a la vieja usanza, sino uno con ideas de responsabilidad, equidad, respeto, nuevos empresarios o profesionales autónomos que no copien y mal las recetas de las escuelas de negocios, que respeten a los trabajadores y su derecho a tener una vida aparte del trabajo, que compren en la medida de lo posible productos y servicios locales, que hagan dinero pero no a costa de nadie ni a cualquier coste.

Los datos de la realidad son abrumadores pero también invitan al optimismo si pensamos en el potencial: ¡Cinco millones de parados y todos esperando a que el Estado o la CEOE hagan algo por nosotros! Cuando podríamos hacer un país entero si quisiéramos (Singapur tiene 5 millones de habitantes, Noruega 4,8 e Islandia apenas pasa de los 300.000).

Si algunos agricultores se han quitado de encima a los inermediarios y se han unido en cooperativas para sobrevivir mejor que cuando le daban todo a un usurero, ¿por qué los médicos o los maestros no pueden crear cooperativas, instituciones, asociaciones o como quieran darle forma a su proyecto para salir adelante al tiempo que ayudan a los demás?

Y también en la cultura. Ahí está el inspirador caso de Orsai, una revista de papel atípica por donde se mire: los autores también decidieron tomar su trabajo en sus propias manos, lejos de agentes y vampiros varios y venden un ejemplar de un kilo de peso en plena era digital, sin publicidad, de máxima calidad, donde todos los colaboradores cobran por sus piezas mejor que en cualquier medio o editorial. Y agotan 10.000 ejemplares antes de siquiera saber qué tendrán sus páginas dentro. Son muchos menos que los 100.000 que te dicen las editoriales que puedes vender gracias a ellos, pero la diferencia de modelos está en que vendiendo menos pero directamente a tu público, ganas mucho más que vendiendo más con el mainstream. Y esos dos locos están demostrando que es posible.

Son tiempos de cambio, sobre todo en la forma en que debemos tomarnos las cosas y actuar en consecuencia, y definitivamente no son tiempos para los que se quedan parados. Es tiempo de ponernos manos a la obra.

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